martes, 14 de julio de 2009

Váyanse todos al CASM

Nada tan dulce como mandar al carajo a alguien o a algunos.

Alguna vez leí por ahí en una sinopsis de Baudelaire (que no quiere decir que leyera el libro), algo de Rafael Alberti refiriendo el hecho de que si toda la gente dijera lo que realmente piensa, empezando por Adan y Eva, uno de ellos dos habría muerto a manos del otro a los pies del árbol prohibido de la ciencia. Esto es, el decir la verdad, lo que realmente pensamos, no es algo socialmente bien visto y además excesivamente riesgoso.

Y en ese momento, con esa premisa, veo mi día. Todo es tan absurdo que no queda más que esbozar una sonrisa, no de risa sana sino más de nervios...

Después de oir ese discurso que no va al grano, el berrinche inmaduro, el comentario hueco que tiene el mismo efecto de tirarse un pedo en un domingo en la tarde mientras leo un libro (osea, ni gracia siquiera, sino puro ornato colmado de indiferencia), después de ver al metiche en el trabajo que llega a decir cómo se tiene que hacer las cosas estando fuera de contexto, el colaborador extranjero que se la pasa corrijiendome mientras en su país su información está hecha una mierda, al ver el final del día en que veo más uso de paciencia, en lugar de risas sanas y nuevas ideas, después de buscar y no encontrar, al final de todo eso, sólo queda una cosa que decir mientras me carcajeo (nerviosamente):

Váyanse todos a chingar a su madre (CASM)....

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