jueves, 28 de abril de 2011

Instrucciones para no estar solo.

Raymundo Ibañez.



Ante todo, duerma en el centro de la cama, así no notará que hay demasiado espacio no cubierto. Al despertar, encienda en seguida la televisión; por ningún motivo vaya a encender en su lugar la radio, de lo contrario, corre el grave riesgo de escuchar algo —una melodía, por ejemplo— que puede acabar con la eficacia de este instructivo. Mire el reloj. Note cuán tarde es. Dúchese de prisa. Jamás se siente a desayunar. Hágalo mientras se viste. Salga de casa. Camine casi corriendo a la parada del camión. Al subir notará cuanta gente puede caber en un autobús. Sorpréndase. Trate de avanzar hacia la parte trasera; el tiempo que tarde en recorrer el pasillo será proporcional al que necesita para llegar a su destino. Al llegar a su centro de trabajo manténgase siempre ocupado. Si el trabajo terminó, platique con el portero o con esa mujer que no soporta; su cabeza se mantendrá ocupada en detestarla tanto que la dosis puede durar incluso hasta después de la comida. Si prefiere mire el televisor de nuevo, trate de imaginar que ese programa de las 2.30 no es tan malo como creía. Al terminar de comer levántese de prisa. Se ha hecho tarde nuevamente. ¿Ha notado que rápido pasa el tiempo? A partir de aquí todo se complica. No se preocupe: tiene solución. Tome el teléfono. Elija el número correcto. Marque. Nunca espere más de cuatro timbrazos. Si no contestan cuelgue he intente con un nuevo número. Evite siempre los cafés o los bares a excepción de aquellos con mucho ruido. Diviértase. Platique. Bese. Acaricie. Olvídese. Crea en los caballeros y en las damas. Disfrute esas odiosas frases de cliché que le susurran al oído. Entréguese.


Cuando lo crea conveniente regrese a casa. Agótese lo suficiente para que al llegar sólo desee dormir. No olvide acostarse en medio. Duérmase. Nunca sufra insomnio: es el único requisito. De lo contrario: será inevitable: notará que acostarse a media cama no basta, que no le interesan en absoluto las noticias, que el reloj siempre tiene 60 segundos, que no puede desayunar mientras se viste, que odia los autobuses repletos, que prefiere quedarse adelante en lugar de chocar con esa gorda o ese niño con mochila, que el trabajo es idéntico al de ayer, que ya se sabe toda la historia del portero, que detesta tanto a esa mujer que no puede ni dirigirle la palabra, que no basta odiarla para que lo entretenga en la comida, que ese programa cada día es más repugnante, que nunca hay el teléfono adecuado, que divertirse no es tan fácil, que los temas se agotan, que los besos empiezan a saber igual, que esa caricia parece burda, que el olvido es imposible, que creer no es suficiente; que entregarse, es tan difícil como el olvido.


Ahora ya lo sabe. Qué remedio. El error es claro. Usted buscaba una amante y encontró una sacamuelas. Usted buscaba un oído y encontró una boca. Usted encontró compañía y quería, necesitaba, estar solo.

martes, 26 de abril de 2011

Argento

Tardé más de treinta años en darme cuenta que recibo cada nuevo día entre paredes. Salvo contadas ocasiones donde seducido por la espontaneidad de la noche y su abismo sensual, camino felizmente sonámbulo.



He despertado en cuartos diferentes, unos más podridos que otros, adornados con gusto más o menos kitsch, espacios tristes, otros más lúdicos, helados y húmedos, solo o en compañía, pero siempre encerrado en esta suerte de sedentarismo nocturno que nos hemos impuesto. Y ahora, mientras escribo y el cigarrillo se adormece en el cenicero sin percatarse del placer del vértigo, me digo: cuando se me acabe la cuerda es muy probable que continúe bajo paredes, esta vez algo más lúgubres e infranqueables. Pero no es por acá por donde quiero rumbear. Esperen un segundo, voy por un trago…, no es lejos. Catorce metros cuadrados. Dónde estábamos... ah, les decía -sin caer en romanticismos tardíos o en snobismos- dormir a la intemperie puede resultar una experiencia inolvidable, sobretodo si la helada se junta con la del día anterior o ya no somos bienvenidos ni en casa de nuestra abuela.



Pero en las hipotéticas demencialidades de la realidad, queda espacio para la imaginación. Y es por lo que me gustaría invitarlos con un mezcal o un fernet si lo prefieren... Siéntense donde gusten, acá se permite todo. Esta noche puedo fingir ser el sultán de la tolerancia y decirles que me encantan los peinados engominados y los zapatos puntudos y brillantes, por no hablar de la camisa dentro del pantalón. Disculpen mi dispersión, es que aún no he pagado la renta y me preocupa..., precisamente ese era en cierto modo el tema que justifica nuestras copas: toda una vida bajo techo. Para ahorrarnos el debate demos por sentado que el ser humano es un animalito y convengamos que existen ciertas necesidades que nos igualen a cualquier otro bicho, hasta la de matar. Entonces me pregunto, les digo, ¿qué habrá pasado con esa o esas criaturas indefinidas, aquellos olores y comportamientos más salvajes que nos distinguían y gobernaban?, ¿quedaron ocultas entre tantas etiquetas y sonrisas de una caravana de circo? Ya no tenemos el culo al aire aunque miles van desnudos. ¿Ahora somos chimpancés miedosos?, ¿indispensable dormir bajo techo?, ¿nos separamos de los animales de la noche y acercamos a los del día?, ¿un murciélago por una paloma?



No sé a ustedes, pero a mi el mezcal me llena de dudas, de incontables y diminutas disonancias que carcomen mi prudencia y me dan ganas de brindar por la selva que todavía es secreta y nunca virgen. No tengo más para decirles, tan simple y complejo como... ¿qué hacemos con nuestros animales?, los más auténticos y desafiantes, si tal cosa existe. ¿Con los hormigueos que montan por nuestras piernas? ¿Cómo hemos logrado sentarlos a la mesa?, ¿anularlos en el hogar, en la nivelación de los techos? ¿Es esto lo que nos hace únicos, fingir la demencia y dormir con un ojo abierto acostumbrándonos al manto homogéneo que nos abriga de todas las gamas de lo distinto? Insisto, ¿cómo hemos sido capaces de dormir ante tanta animalidad?



Ah y lo último y más importante de nuestra ronda, por favor no me imaginen con los bucles de Maradona. Soy un argento y aunque no me baño a diario, ¡el fútbol me aburre tanto como Holywood y sus defectos especiales!



¡Sírvanse más, el mundo esta lleno!



Danilo Incerti.

sábado, 23 de abril de 2011

Caballito

El bastoncito de oro se llama y hay que leer las instrucciones antes de que tu novia haga pipí en él. Después preparan un café con galletas, como si los nervios no existieran, ven juntos un videoclip en el canal de los videoclips, critican al cantante, se abrazan, cantan con él el estribillo. Y de regreso al bastoncito. El bastoncito tienen una especie de ventana. Cuando en ella no aparece más que una raya, significa que todo va bien pero cuando aparecen dos... Reconócelo, siempre has querido ser padre.

La verdad es que la amaba. Pero la verdad, nada de un claro-que-te-quiero vacilante. Pensaba amarla eternamente, como en los cuentos, hasta sería capaz de casarse con ella mañana mismo y por el rabinato, sólo que toda esa historia del bebé lo estaba poniendo más que nervioso. Tampoco a ella le había caído demasiado bien la noticia, pero un aborto le daba todavía más miedo. Además, como sabían que lo que querían era formar una familia, lo único que estaban haciendo ahora era adelantar los acontecimientos.

- Qué nervioso te has puesto - se rió ella -, mira cómo sudas.
- Pues claro que estoy nervioso - intentó reírse también él -. Para ti es muy fácil, zorra, tú tienes un par de ovarios, mientras que yo, ya me conoces, me pongo histérico sin que haya motivo, así es que ahora, cuando sí lo hay....
- Yo también tengo miedo - dijo ella enrosccándose alrededor de él.
- No te preocupes, ya verás como al final todo saldrá bien. Si es niño, le enseñaré a jugar futbol, y si es niña... ¿sabes qué?, tampoco le hará ningún mal aprender a jugar futbol.

Luego ella loró un poco, él la consoló y entonces ella se quedó dormida, pero él no. Atrás, muy hondo, podría notar las almorranas abrírsele una tras otra como las flores en primavera.


Al principio, cuando todavía no se le notaba la barriga, intentaba no pensar en ello y aunque no le servía de mucho por lo menos intentaba evadirse. Después, cuando ya se le notaba unpoquito empezó a imaginárselo sentadito en el vientre de ella, tan pequeñito, el muy puñetero, y vestido con un traje de ejecutivo. Por que la verdad es que los niños son como la ruleta rusa, nunca sabes qué es lo que se te va a venir encima. Una vez, en el tercer mes, se fue a comprar algo para la computadora al centro comercial y vio a un niño asqueroso vestido con un mono obligando a su madre a comprarle un juego para la tele y amenazándola estúpidamente con que arrojaría su gordezuelo cuerpo por encima de la barandilla del segundo piso si no se lo compraba.

-¡Salta! - le gritó entonces él al niño desde abajo- , ¡Demuestra lo machote que eres, vamos!

Y acto seguido salió corriendo de allí antes de que la histérica madre llamara a los de seguridad.
Aquella noche soñó que empujaba a su novia escalera abajo para que abortara. O quizá no fuera un sueño, sino simplemente un pensamiento que se le cruzó por la mente cuando salieron a divertirse, y entonces empezó a pensar en que aquello no podría ser, que tenía que hacer algo. Pero algo serio; no limitarse a mantener una conversación con su madre o con su abuela, sino algo diferente, como nada menos que hacerle una visita a su bisabuela.

Su bisabuela era tan vieja que ya hasta resultaba incómodo preguntarle cuántos años tenía; y si había algo que la mujer odiaba, eran las visitas. Se pasaba todo el día tragándose todas las telenovelas y cuando finalemnte llegaba a aceptar que alguien fuera a visitarla no estaba dispuesta a apagar la tele.
- Tengo mucísimo miedo, abuela - le lloró en el sofá del salón-, no puedes ni llegar a imaginar el miedo que tengo.
- ¿De qué?- le preguntó la bisabuela, mientras seguía con los ojos clavados en un tal Víctor con bigote que acababa de contarle a una chica envuelta en una toalla que él, en realidad, era su padre.
- No lo sé - susurró-, de que nazca algo que yo no he querido.
- Escúchame bien, bisnieto - dijo la bisabuela, balanceando la cabeza al ritomo de la melodía de la banda sonora que ponía fin al capítulo de la serie-, por la noche espera a que ella se haya quedado dormida y entonces te acuestas a su lado de manera que la cabeza te quede pegada a su vientre. Así todos tus sueños pasarán directamente de tu cabeza a su vientre.
El dijo que sí con la cabeza aunque no lo había entendido del todo, pero la bisabuela se lo explicó.
- Un sueño es, en realidad, un deseo muy fuerte, tan fuerte que ni siquiera se puede expresar con palabras. Ahora, el feto que está en el vientre no es consciente de nada así que lo recibe todo. Lo que sueñes es lo que será, tan sencillo como eso.

Desde entonces todas las noches dormía con la cabeza pegada al vientre de ella, ese vientre que no hacía más que crecer y crecer. No se acordaba de los sueños, pero habría jurado que eran todos buenos. Tampoco recordaba ninguna etapa de su vida en la que hubiera dormido tanto, como un bendito, sin levantarse siquiera para mear. Su mujer no acababa de entender la ridícula postura en la que lo encontraba por las mmañanas, pero se contentaba ocn el hecho de que volviera a estar tranquilo, y así de tranquilo siguió hasta entrar en la sala de partos. Y no es que estuviera indiferente a nada, por que la verdad es que lse le veía muy participativo, sólo que el lugar dejado por los temores vino a ocuparlo ahora la expectativa. Tanto, que ni siquiera cuando vio que el médico partero cuchicheaba algo con la enfermera para dirigirse después hacie él con paso vacilante, ni siquera entonces dudó lo más mínimo de la seguridad que tenía de que todo iba a salir bien.

Al final tuvieron un poni, o puede que sea más correcto decir que tuvieron un potrillo. Lo llamaron Hami, por un industrial de gran éxitgo que por sus reiteradas y arrebatadoras apariciones televisivas tenía encantada a la bisabuela, y lo criaron con muchísimo amor. Los días de fiesta iban al parque Leumí montados en él y jugaban con él a un montón de cosas, pero sobre todo a indios y vaqueros. La verdad es que ella, tras el parto, estuvo bastante tiempo deprimida, y aunque nunca hablaron de ello, él sabía muy bien que por mucho que ella amara a Hami, en lo más profundo de su ser habría deseado otra cosa.

Entretanto, en la telenovela, la de la toalla le pegó a Víctor dos tiros, para disgusto de la bisabuela, de manera que el tal Víctor llevaba ya entubado varios capítulos, con respiración asistida. Por la noche, cuadno los demás ya se habían quedado dormidos, él apagaba la televisión y se iba a ver a Hami, que dormía sobre el forraje que le habían colocado en el suelo de la habitación de niños. Dormido estaba muy gracioso, balanceando la cabeza de un lado al otro como si estuviera escuchando a alguien que le hablara y de vez en cuando hasta relinchaba en medio de algún sueño especialmente divertido. Ella lo llevó a un montón de médicos especialistas que le dijeron que nunca crecería del todo. "Se quedará enanito", como también repetía ella, pero Hami no era enano, era un poni.

- Lástima-, susurraba él todas las noches al acostarlo-, lástima que tampoco mamá fuera capaz de soñar algo que se cumpliera un poco.

Y después acariciaba a Hami las crines y le canturreaba unas cancioncitas para niños y para caballitos, como una que dice "corre, corre caballito", que interrumpía sólo cuando él mismo se quedaba dormido.

Etgar Keret
"Un hombre sin cabeza"

Actualizaciones

Me he seguido observando, aplicando los ejercicios del cuarto camino. Dentro de mis observaciones, he encontrado patrones de comportamiento:...