miércoles, 22 de diciembre de 2010

Para Liz :: 25 de diciembre 2010

Camino en el parque, aquel que me enseñaste, aquel que siempre estuvo ahí pero que me era invisible. Recordé cuando me lo presentaste. Sus jacarandas, su cielo y sus bancas, su silencio y ese limbo donde el tiempo no transcurre. Me siento en la banca. Contemplo a las parejas, la gente pasar. Acerco mi café y bebo un sorbo.

Ojalá estuvieras acá.

Ojalá y tu voz fuera el trino de los pájaros. Ojalá y tus ojos fueran el cielo.

El tiempo sigue detenido y yo ahí seguiré. Sumergido en un recuerdo que se caracteriza por la gran ausencia de algo, ese algo que eres tú.

Respiro hondo. Me acomodo y cierro los ojos. Sigo respirando profundo mientras una ráfaga de aire mueve las copas de las jacarandas. Entrecierro los ojos, y lo sé; estas conmigo, aunque nunca será suficiente.

LOS PERROS ROMÁNTICOS

R. Bolaño

En aquel tiempo yo tenía veinte años
y estaba loco.
Había perdido un país
pero había ganado un sueño.
Y si tenía ese sueño
lo demás no importaba.
Ni trabajar ni rezar
ni estudiar en la madrugada
junto a los perros románticos.
Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu.
Una habitación de madera,
en penumbras,
en uno de los pulmones del trópico.
Y a veces me volvía dentro de mí
y visitaba el sueño: estatua eternizada
en pensamientos líquidos,
un gusano blanco retorciéndose
en el amor.
Un amor desbocado.
Un sueño dentro de otro sueño.
Y la pesadilla me decía: crecerás.
Dejarás atrás las imágenes del dolor y del laberinto
y olvidarás.
Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen.
Estoy aquí, dije, con los perros románticos
y aquí me voy a quedar.

Actualizaciones

Me he seguido observando, aplicando los ejercicios del cuarto camino. Dentro de mis observaciones, he encontrado patrones de comportamiento:...