Desperté. Abrí los ojos a pendientes por hacer. A planes y pendientes, más pendientes.
Me mantuve ahí por un rato, yendo y viniendo. Regresando a los pendientes por hacer.
De repente, abrí los ojos a la realidad (por ahora) y me encontré acostado en la cama. Agotado de tanto haber hecho en mis sueños, dándome cuenta que mis pendientes no eran reales.
Sin embargo, me empezaron a acechar pendientes en éste plano de vida o de sueño. Cerré los ojos, volví a intentar dormir y regresaba a los pendientes del plano anterior. Una canción era un pendiente, sonaba la canción y ese era el pendiente. Un extraño cruce de dos planos, cuándo un pendiente se solucionaba cantando una canción?.
Estaba en éste momento, después de ir en bicicleta y no hacer nada en particular. Posiblemente necesitaba eso, no hacer nada en especial, no estar corriendo o reparando algo. Sólo dejar pasar un poco el tiempo, dejarme estar en el vacío.
Dejarme estar conmigo mismo, más allá del miedo que tengo a mi propia mente, misma que me lleva al infierno.
De llevarme a pelearme con mi familias, mi pareja, mi trabajo, con el mundo, con la vida. Me encontraba en una rivalidad con la vida muy profunda. Sólo el imaginario me resultaba atractivo, los recuerdos, los sueños. Pero el mundo real o la concepción del mundo real me resultaba detestable, empezando por mi mismo.
El no encontrar un sitio para mí mismo. Cómo puedo seguir y vivir la vida si veo la vida como una experiencia que rechazo?, que repruebo?
Me lo pasaba enganchado y volcado en mis pensamientos. Demasiado, me dejaba influir por estos. Pero sabía que había más sólo parecía que se me había olvidado cómo vivir la vida. Me sentía muy comprometido con mi pareja, con mi hijo. A pesar que aparentemente me apoyaban.
Algo me había dicho la doctora, mejor tomar mi medicamento ahora, ya que de lo contrario iba a decaer en paranoia. Siento que estoy ahí, me puedo dar cuenta y eso me ayuda a no dejarme llevar tanto por los impulsos.
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