viernes, 11 de diciembre de 2009

La afirmación del espíritu

Mi boca se empezó a secar. La lengua tratando de humectar los labios, se sentía como la superficie de una piedra, abrasiva y seca.

- Dame...

Laura jugaba con su gato. Le hablaba y le recriminaba cariñosamente cosas sin importancia mientras lo agarraba de la cabeza y lo zarandeaba con cuidado.

Yo yacía tendido sobre su cama, con mi libro a un lado. Sentía una relajación y paz indescriptible. Con la voz de Laura al fondo, temperatura templada, nada que me preocupara, o mejor dicho, dando yo una importancia nula a cosas que podrían preocuparme.

Algo me gustaba mucho de estar con Laura. En el momento que estaba con ella, me volvía invisible y me daba la oportunidad de estar solo mentalmente. Ella hacía sus cosas, salía de la recámara, acomodaba su ropa, etcétera. Se acostaba en la cama y estaba en su computadora. Como si yo no estuviera ahí, una exquisita comunicación en silencio. Realmente no había nada que hablar, así era el momento, no había necesidad de desvirtuarlo. A veces, esa realidad me gustaba corromperla imaginando que en realidad yo no existía físicamente ahí. Eso le daba un toque siniestro a la escena.

Volviendo a mi viaje, siempre me pasaba lo mismo, perdía la noción del tiempo. Cuando entraba en conciencia del presente, como un pez resbaladizo en las manos, me era imposible determinar un "ahora", sujetarlo y contemplarlo. Eso me gustaba, me hacía cuestionar la factibilidad del concepto social del tiempo cuando lo tratamos de entender en el conciente interno. El tiempo como un límite social, un regulador, pero en el ambiente interno, en la realidad interna donde no entra el trabajo, las citas, la comida, la cena, el día o la noche, la gente; el tiempo es irrelevante.

Me abandoné a pensar en como sería mi vida una vez que renunciara a mi trabajo. Tantas opciones, todas buenas, con algunos retos y precisamente ese era el punto, lo nuevo que naturalmente es difícil al inicio. "La virtud de morir en el campo de batalla" > "El conocer en la muerte". Había llegado a la contundente conclusión de que el trabajo había hecho una fórmula en mi vida que más que resultados enriquecedores, encontraba timidez, retracción y sumisión ante las reglas más políticas que institucionales de la empresa. Era una relación putrefacta que no aportaba nada y la cual empezaba poco a poco a volverse enfermiza a tal grado de infectar otros elementos del sistema.

Conga, la gata me cayó encima. Se me acurrucaba y la contemplé. Me dí cuenta en tanta sabiduría guardada en la naturaleza, en los organismos vivos, la respiración, la reacción a las caricias, los ojos cerrados. La armonía del conjunto. Tantas señales en todos lados, la gran sabiduría que era ignorada por la inercia tan fuerte de la sociedad y sus medios, la iglesia, la herencia cultural familiar, ese inconciente colectivo...

Repentinamente salí de esa corriente de ideas y me observé en el contexto general. Concluí que realmente estar solo es un placer, me recordaba cuando fumaba. Posiblemente eso es lo que más extraño de fumar, los momentos de introspección y reflexión, las conclusiones. Para llegar a ese paraíso interno, es necesario abatir el sentimiento de culpa de no pertenecer socialmente a la multitud (la cual rechazo al estar la media social embrutecida por banalidades). Existe la interaccion sana, pero sólo con espíritus no convencionales, con los vanguardistas, con los que son ellos, no máscaras o botargas.

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Prioridades

1. Mi paz interior 2. Desarrollar mi misión, creatividad y desarrollo, mi filosofía personal, mi espiritualidad 3. Estar y vivir mi familia ...