miércoles, 8 de octubre de 2008

El casquete de oro

- Quiubo macuarros!! – exclamó Felipe, mejor conocido como “El barril”, al entrar a la peluquería “El casquete de oro”. Los clientes, menos de la mitad conocidos de Felipe contestaron, uno con un chiflido suave y otros con frases típicas. Don chava, el peluquero, saludó a Felipe para después preguntarle a Julio, mejor conocido como “La bestia”, qué peinado quería para ese día, a lo que Julio contestó que su típico casquete corto con doble panamá con doble salpicadera. La razón del apodo de “La Bestia”, es que la primera vez que Julio fue a la peluquería, estaban Felipe y Don Chava fumando un cigarro en la entrada y vieron a lo lejos a Julio. Debido a su extraña distribución corporal, su peinado de hongo y el extraño andar consecuencia de su obesidad, dijo Felipe a Don Chava: - Ahhh, chingao!!!, qué es eso??, hombre, mujer o bestia???. Felipe tomó asiento en el sillón de peluquero contiguo al cual trabajaba Don Chava y de inmediato se quitó los zapatos con suela recién renovada. César, alias “El mojarra”, llamado así por su inquietante apariencia tan semejante a la de ese pez, atraído no tanto por curiosidad sino por ese extraño olor a grasa con trapo viejo que se había extendido por el local, bajó el periódico que traía como portada el rostro de Cuauhtémoc Blanco con una expresión grotesca y abajo en letras gigantes; “HEROE NACIONAL!!!” y observó a Felipe, sobre todo los zapatos, lo que aplacó sus inquietudes. Su razonamiento fue interrumpido por una observación irrelevante en el principio. Vio los pies de Felipe quien lucía calcetín de media y se sorprendió sin poderlo ocultar al darse cuenta que los pies de Felipe era más grandes que los zapatos que traía.
- Órale, cabrón!!!, no chingues!!!, a poco ese es tu número de zapato, el de a de veras???!!!!! – dijo riendo y con los ojos detenidos milagrosamente por sus cuencas.
- A huevo - exclamó inmutable Felipe sin dejar caer el palillo que paseaba por su boca, con los ojos apenas abiertos demostrando que nada merecía que apartara la atención de su novela “Bianca, novela con corazón”, la cual venía medio húmeda de sudor pues en el microbús había sido traída bajo el sobaco de Felipe.
- Pero no seas cabrón!!!!, cómo te cabe el pinche pie ahí, se te ha de ver un empeine del tamaño de una hojaldra!!!!
Con el mismo estilo y poder, seguro de quien era, Felipe dijo: - Por eso no me gusta venir acá, por que viene puro pinche macuarro –. La voz aguardientosa, el tono cantado, y la expresión corporal hizo que varios rieran en conjunto al presenciar la escena. – Como se ve que no has viajado, tan pendejo!!!!, los zapatos se compran un número más chico, mas sin en cambio en lo personal prefiero número y medio. Esto es para que el pie se vea más chico, por que es de pinches macuarros el tener el pie grande.
La bestia, comenzó a reir, pero no supo si lo que dijo Felipe era en serio o era broma. De inmediato vio sus tenis Nike que anunciaba Michael Jordan, para los cuales ahorro casi un año lo que don Julián le pagaba en la panadería. Consideró el comprarse otros tenis pronto, aunque no fueran tan buenos. Aunque fueran unos que anunciara Hugo Sánchez. Chance lo que dijo Felipe era cierto.
Felipe pasó la mano por la negra cabellera, esponjada, con permanente y rayos o luces, que una prima suya le había hecho, según él, “un día que lo agarraron pedo” (rechazaba el tener las luces o rayos por que según él eso era de maricones), pero eso tenía ya 6 meses y los rayos o luces seguían con la frescura de lo recién hecho. Pestaña enchinada, camisa abierta hasta el tercer botón, portando una cadena de oro al cuello, de la cual pendía un delfín demasiado grande con gemas verdes por ojos. El pantalón de casimir, tenía la marca de que habían bajado el dobladillo años atrás, sus pies rojos e hinchados, supurando por algún lugar un poco de sangre, se movían en forma circular como tratando de desentumirse o de escapar de su desquiciado dueño.
- Ya deja en paz al catedrático!! – dijo Don Chava, con un toque maternal. Tenía 4 hijos, todos casados ya y su mujer era costurera. Contaba con regularidad ese hecho que destacaba en su Curriculum de peluquero: el honor de haberle cortado el bigote a Don Miguel de la Rosa. A lo que siempre, uno de los presentes decía: - Y ese quién es, Don Chava??? -. Don Chava contestaba molesto cual si estuviera rodeado de borrachos necios e ignorantes – Ningún ese!!!. El Señor Licenciado Don Miguel de la Rosa era ni más ni menos que primo segundo del cuñado del Alcalde de nuestra ciudad por ahí de 1963!!!! -, decía esto en voz alta, extasiado y con las manos en alto; en una un peine y en otra unas tijeras. No pocas veces varios clientes que iban por primera vez al “Casquete de oro” y presenciaban ésta escena, salían corriendo olvidando desde sus sombreros hasta a sus propios hijos.
- Qué pasó, señor catedrático???, qué dice la universidad??? – decía muy serio pero irónico, Don Chava.
Felipe, El barril, se había ganado el oficio de maestro debido a que su temprano amor a la música le llevó a entrar en rondallas escolares, después entrar al trío del bachiller, mismo que había dejado inconcluso y ahora él era, en sus palabras: “un digno docente de las melodías de hoy y siempre” dado que el tiempo le dio la experiencia y el toque particular en los boleros y guapangos tocados a guitarra. En sí, El Barril no estaba en la nómina de la universidad dando clases de guitarra y ni siquiera tenía matricula de estudiante. Iba a la universidad, sí. Daba clases, sí. Pero era un extraño sujeto que entraba a la universidad y las clases las daba en los patios centrales buscando a jóvenes quienes lo habían contactado para clases de guitarra. Algunas veces era en los patios universitarios, a veces en un parque o en una casa. Una vez, El mojarra, lo vio cantando en un camión a lo que ante la evidencia testimonial de El mojarra, El Barril lo único que se le ocurrió decir fue: - lo que pasa es que esto de ser artista de la música trae muchas consecuencias cual nunca fueron y jamás serán dentro de tu mundano ser, Mojarra. Tuve una súbita iluminación artística y sentí la necesidad de cantar en el camión -, a lo que el Mojarra contestó: - Vooooy!!!, y porqué pediste billetes al final???, hasta dijiste que tenías hijos que alimentar..... -, a lo que el Barril, Felipe, contestó inquieto pero dando muestra de improvisación humorística: - Pues qué no ves cómo te tengo de cachetón, pinche malagradecido???, neel, no, lo que pasa es que iba con un compañero catedrático ese día y como perdieron los pumas, hicimos una apuesta y pues ya ves....., uno sabe perder, porque yo soy un hombre, no como ustedes pinche bola de macuarros.....-
Alcohólico, El Barril, tenía poca constancia con sus alumnos por llegar no pocas veces a las clases con aliento a Don Pedro, lo cual justificaba con que él era un fiel seguidor de la medicina homeópata y estaba obedeciendo al pie de la letra, las ordenes médicas designadas por su médico de cabecera quien le había diagnositcado una enfermedad muy rara llamada "tromposis barbárica". Enfermedad que sólo les da a gente de origen europeo, comentaba. Ségún él incluso iba a visitar al supuesto médico cada 2 semanas al Distrito Federal. Naturalmente, nadie le creía. Pero siempre había quien quería aprender a tocar guitarra y nunca le faltaba alumno.
- Nada, acá nomás...- contestó automáticamente Felipe, y en ese momento, colocó su novela entre las piernas y alzando la cadera metió la mano hinchada con uñas largas y sucias en la bolsa delantera derecha de su pantalón. Cual parto, entre pujidos y “chingadas madres”, sacó de la bolsa una torta de jamón que compró en el mercado Hidalgo. Se dispuso a comerla para lo cual, con las manos del microbús y de rascarse los pies después de haberse quitado los zapatos, se dio el lujo de quitarle las rajas a la torta. – Es que tengo gastritis –, dijo.
Una vez que acabó la torta y en la peluquería se empezaran a escuchar ruidos estomacales de hambre de todos los testigos de la desaparición de la torta de jamón en las fauces de Felipe, acompañado de la acústica generada por los tijerazos de Don Chava y “La romántica” en el radio, tomó un pedazo de periódico con el cual se limpio las manos y sin darle vuelta para buscar una parte no embadurnada, se limpió la cara, tallones ásperos del periódico con el rostro de Felipe se hicieron audibles en el local.
Un estruendo y la explosión hizo que los razonamientos se desarrollaran a altísima velocidad, todo se volvió cámara lenta, el cuerpo no era lo suficientemente rápido. Pero cómo era posible, cómo iba a ser posible????...., eso no pasa en la vida diaria. Las tijeras de Don Chava llevaban un trayecto de 10 cm. de su mano con dirección al suelo cuando olió sus bigotes chamuscados. El barril pudo sentir cómo se incendiaba en su boca el trozo de periódico que había doblado meticulosamente para sacarse los restos de alimento de la boca. El mojarra no tuvo la velocidad que normalmente tiene para reaccionar a los golpes como cuando juega en la liga interobrera de fútbol. Únicamente sintió el empujón y al querer voltear, se vio por los aires impulsado por un gran trozo de muro de la peluquería. Instantáneamente, la adrenalina que le hubiera servido para los golpes, le hubiera gustado para correr, pero no era lo suficientemente rápido. El factor sorpresa hizo nido en ellos y no iban a tener chance de obtener experiencia de eso. El aroma que percibió La Bestia antes que una estufa le cayera encima y que en décimas de segundo identificó, fue la de pólvora de cuetes.

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