"Y las medicinas de mi esposa??", oí a lo lejos. Me di media vuelta en la cama y respiré hondo.
"Carnali...", se oyó del otro lado de la puerta. No lo había soñado, era Fabián. Habíamos quedado de ir a nadar temprano el sábado.
- Vámonos carnal..
Había bebido mucho el día anterior, sentía malestar y mareos y decidí salir de la alberca a sentarme en una banca a estar. Sólo estar.
Risas y gritos. Una familia estaba jugando en la alberca. Nada extraordinario en apariencia. Algo me llamaba a seguir viendo. Los hijos tenían más de 20 años, jugaban como niños. Eran niños, todos, incluso los padres. Carcajadas fuertes, comentarios libres, retos y empujones. Era tan silvestre y tan pleno para ellos. Fluían sin mayor complejidad, sin dificultades o peros. Disfrutaban mucho estar ahí. Sus sonidos, me relajaron mucho. Como oir el viento. Un sonido muy primitivo, lo colectivo, lo positivo, lo sano.
La vieja familia, en peligro de extinción.
La nueva familia se reune en lugares de consumo a matar el tiempo, o alrededor de la televisión en sofocantes fines de semana, a corregir al hijo no deseado, aceptado por resignación o por sumisión a la moral construida, tan arraigada, tan inconciente ya.
Más allá del bien y del mal, hay otro nivel de conciencia. Nos daremos cuenta cuando estemos ahí.
sábado, 4 de julio de 2009
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