Fábula
Título aún en discusión.
Cuanta la historia de un hombre llamado Juan Pescador, curioso y
observador desde niño, conceptualizaba sensaciones, sentimientos y todo lo
relacionado con la magia. Sin embargo, un día, leyendo un texto de un
escritor que por ahora no importa mencionar su nombre, encontró una frase
que cambió su manera de entender el mundo: "No hay nada más absoluto que lo
relativo". La relatividad se volvería en el eje de su diversión y en su
herramienta de convencimiento a los demás. Ejercitose con cautela, no sin
confundirse menos de los suficiente. Era sin duda un ser excepcional y
prodigioso, pues nunca perdió el control debido a su talento en el uso de
los conceptos. Ciertamente, un aroma diabólico había en la esencia de sus
actos, y sin darse cuenta, Juan Pescador, siguió su camino de aprendizaje y
pasó de la teoría a la práctica, hasta que su estrategia y habilidad
aumentaron de manera nunca antes vista haciendo caer en la confusión a los
más convencidos de teorías absolutas. Tanto no perdonaba a ladrones, ni a
seres aborrecibles, como a seres piadosos, misericordiosos y dadores de
esperanza. Un día, a la flor de su edad, visitó a Fray Reinaldo, hombre de
fe, cumplidor de las normas religiosas dictadas por los hombres benditos.
Juan Pescador, en su hambre de confundir a partir de su arma; la
relatividad, le pidió a Fray Reinaldo asesoría respecto a algo que lo
inquietaba.
* Fray Reinaldo, vengo a verlo pues necesito que interceda por mí ante
el Altísimo, solicitando un tiempo de estadía en el purgatorio, en el
bendito momento en el que sea llamado a la Vera del Señor. Fray Reinaldo,
sorprendido, internamente perdió el gobierno sobre sí mismo. La copa de oro
con vino de la Rioja, cayó sobre el escritorio haciendo un sonido sordo y la
pluma de faisán con la que escribía versos de fe, hizo un rayón horrible en
el papel de seda.
* Explícate, hijo, ¿qué te hace pensar de esa forma que me consterna
de manera indecible?
* No es tan complicado, Fray Reinaldo. Sucede que quiero estar
verdaderamente dispuesto a asimilar la Presencia Divina. De cierta forma,
los dulces colores de esta vida, me distraen de la Persona Sagrada,
independientemente que él sea la razón de esto. Usted sabe que soy amante de
la belleza de este mundo, incluso la belleza contenida en la fealdad, pero
eso me distrae de la atención y comunicación que le debería dar al Ser
Infinito. Una cosa es la obra, otra el creador. Por eso, cuando me llegue el
Momento Implacable, prefiero pasar un rato en el purgatorio para prepararme
a ocupar mi lugar a la derecha del pandero del Señor, necesito una antesala
espiritual que me prepare y concientice a la contemplación divina. Tengo
temor de quedar impactado con la sensación que sólo la inesperada muerte
pudiera haber dejado en su visita inoportuna y que esa sensación me
impresione dejándome detenido en el tiempo ante la asimilación de tal
experiencia. Temo que esa sensación, eclipse el torrente de vibraciones de
misericordia que la Nueva Vida ante el Gran Anfitrión pueda darme.
* Hijo, pero eso es innecesario, en el momento en que seas llamado, la
Imagen Omnipotente te cautivará ypso facto, y más siendo tú un ser tan
devoto, estudioso de las sagradas escrituras, un ser sin mácula.
* No lo niego, Fray Reinaldo, cumplo incluso con lineamientos que no
me corresponden. Yo, un feligrés más, acato los votos de humildad e incluso
el de castidad designados a personas santas como usted; votos, que mis
hermanos en la comunidad no acatan pues no les corresponden por su jerarquía
de fe, pero volviendo a su idea, Fray Reinaldo, le recuerdo que dada mi
condición de crítico de minucias y mi complejidad inverosímil, considero la
posibilidad de que suceda este fenómeno de "eclipse de éxtasis". Fray
Reinaldo, me conozco, si no tiene una idea que pueda refutar mi argumento,
le pido por favor me escuche en mi deseo de pasar un par de décadas en el
purgatorio preparándome a recibir y ser recibido. Por favor, Fray Reinaldo,
es lo mejor, así tendré un pendiente menos en lo que me resta de vida y
podré seguir dedicándome a la contemplación y reflexión de las maravillas de
este mundo que el Creador nos ha dado.
Silencio por un par de minutos, tronido de dedos,
respiración entrecortada, solicitudes desesperadas de inspiración divina,
plegarias silentes.
Sabiéndose victorioso, Juan Pescador inventaba una razón que
iba hacer ver como urgente para poder irse prometiendo regresar. Despidióse
con frases comprometedoras: Fray Reinaldo, por favor, la paz de mi alma en
ésta y en la otra Vida, están en sus manos. Hasta pronto.
Con los labios apretados, Fray Reinaldo asentía viendo a un
lugar indefinido.
Cuentan que este evento implicó tal confusión y
responsabilidad en Fray Reinaldo, que tuvo que regresar a España, a su
claustro en el convento de San Marcelino, para dedicar el resto de sus días
a buscar y enunciar verdades absolutas sobre la vida en el Más Allá, incluso
hizo una serie de escritos: "Metodología de ingreso en el Paraíso
Prometido", "Aduana espiritual y tus derechos en el más allá", incluyendo
unos de superación personal, como "Los 10 grandes pasos para disfrutar la
transición del mundo de los vivos al de los muertos" y otros best sellers.
Indudablemente, en cada versión de sus libros había un cambio rotundo en la
perspectiva que analizaba.
Otro ejemplo de las artimañas de Juan Pescador, fue cuando
se acercó al septuagenario campesino; Josefino, e inició su cuestionamiento.
* Josefino, llevas 60 años dedicándote al campo, ¿verdad?
* Así es, Juan Pescador
* ¿Y te gusta?
* Sí, muchacho
* ¿Y disfrutas el fruto de tu trabajo?
* Pues saqué para alimentar a mis hijos, que ya trabajan también esta
tierra
* ¿Porqué Don Sebastián vive en la hacienda, tiene caballos, hace
fiestas los fines de semana, fiestas en las que no te invita, caballos que
no te presta siquiera, vives en este espacio tan reducido, cuando tú
participas en crear y aumentar su riqueza?
* Pues..., Don Sebastián sabe lo que hace
* ¿Sabe lo que hace?, ¿Es correcto que te exija y te llame a tus
espaldas: "indio infrahumano", "bestia inconsciente de trabajo" y vivas en
una esclavitud disfrazada, sin crecimiento humano?
Josefino, molesto, le pidió a Juan Pescador que se fuera,
argumentando que se sentía cansado y que últimamente le había dolido mucho
el corazón.
Juan Pescador, fue tomando fama de cuestionador de verdades
establecidas y de relativizar toda ideología. Llegó el momento en que el
pueblo, sumergido en una neurosis sin fin debido a sus cuestionamientos,
decidió poner fin a ese veneno de sus vidas miserables, anteriormente
felices en apariencia.
Una noche de luna llena, salieron los habitantes del pueblo de sus
casas armados con palos, fusiles y machetes, con dirección a la casa de Juan
Pescador. Al llegar, lo sacaron desnudo y a golpes de su casa; Juan
Pescador, al intentar hablar, recibió una patada en el estómago. Conmovidos
los más sensibles del pueblo ante los gritos desgarradores de Juan Pescador,
pidieron al pueblo le dieran oportunidad de decir unas últimas palabras, a
manera de última voluntad. Juan Pescador, con sangre en la cara, la mirada
en la multitud poseída por el odio; tragó saliva y sangre, y dijo: No
entiendo su enojo, he sido únicamente un cuestionador de sus ideas, si su
felicidad se ha tornado infelicidad al momento de hablar conmigo, es por que
no estában seguros del sentido de sus vidas y antes no se daban cuenta, eso
explica que Julián le pegue a su mujer e hijos, que Francisco y sus amigos
sean alcohólicos, y muchos casos más. Yo he sido únicamente un ángel de
verdad, he sido bendecido con una mente que tienen como misión el inducir la
búsqueda de la verdad real de cada quien y hacerlos ver a ustedes la verdad
impuesta por otros, haciéndonos creer que es lo correcto.
En ese momento, auto convencido, Juan Pescador, dijo su argumento
final, no sin identificar una pizca de rencor escondida entre las variables
ejecutadas en la razón de sí mismo. Señalando a todos, dijo: Si existe un
culpable de todo esto, son la gente que está alrededor de ustedes, los que
los educaron en la mentira, los que los reprimieron, los nunca les dijeron
que estaban en el error...
La multitud, confundida, se arrojo al recuerdo y al análisis. De
inmediato se dio el efecto que Juan Pescador había predicho. Gumaro, tomó
vuelo con el machete hacia Don Gerbacio, su conservador maestro en la
escuela, Fray Crisóstomo, quien sustituyera a Fray Reinaldo, acercó una
antorcha al sugestivo vestido del sugestivo cuerpo de María de la Cruz, hija
de Don Román. A lo lejos el fusil definía la mira en la calva cabeza de Fray
Crisóstomo, el portador del rifle; Jacinto, tardó en afinar la mira, pues
el dolor de las flagelaciones que le había ordenado Fray Crisóstomo le
impedía apuntar de manera precisa.
Algunos, "más inteligentemente", se golpeaban a sí mismos en un vivo
y nada metafórico ejemplo de autodestrucción y auto castigo.
La vida del pueblo se extinguió esa noche entre una mezcla de fuego
y gritos de venganza.
Juan Pescador, viose sólo en el pueblo, caminó entre cuerpos,
observó la turbia luna, y le sorprendió la palidez de las rosas después de
presenciar ese espectáculo.
La moraleja de ésta fábula, confundida por la filosofía de Juan
Pescador, sabiéndose objeto de críticas fuertes a venir para tratar de
definir si era la moraleja correcta para ésta fábula, e insegura de la
verdadera intención de Juan Pescador, confió en lo que amaba y pidió asilo
político en la mente de un escritor de cuentos para niños, esperando cumplir
su misión como ella quería, en una historia sencilla, formando parte de toda
la historia, entre el cuervo y la zorra.