domingo, 18 de agosto de 2024

Ensueño

Acaso no el momento de la muerte sea el momento del nacimiento

Autor: Javier Pérez


- Sé que tengo que morir algún día, pero no así....

Javier estaba tendido en la cama del hospital San Alejandro del IMSS. Había entrado por un dolor de hernia y un error en el procedimiento le había ocasionado una complicación de la cual le tuvieron que cortar varios tramos de intestino dejándolo prácticamente sin intestino para absorber nutrientes. 

Jorge, su sobrino lo iba a visitar cada domingo, un poco más de una hora. Jorge iba a terapia y se le había desatado un trastorno severo de ansiedad debido a la situación de su tío, quien estuvo varias veces a punto de morir, una incertidumbre que se volvía exponencial. Durante la terapia, su terapeuta Ramón le decía: Tienes que ir a ver a tu tío, tienes que ver la muerte a los ojos. Hay una cierta belleza en la muerte. En ese momento Jorge no entendió, ni después pero supo que ir y ver a su tío era algo de lo que no se arrepentía aunque había sufrido mucho. 

¿Te acuerdas de Diógenes?

¿Cuál de los tres?

Jorge se reía porque no se esperaba esas respuestas de su tío. Su tío era experto en filosofía aunque no tenía ningún título. 

Javier permanecía ecuánime. Sabía que el fin se acercaba, se quejaba de alguna cosa pero su estado era de calma. 

Le gustaba la música clásica, sobre todo Bach. Experto y culto, abusaba de la humildad tachandose en público de "tonto e ignorante". Tenía una gran cultura general y leía filosofía sobre todo existencial. 

Llegó un momento que Javier ya no tuvo fuerza para respirar y le tuvieron que poner asistencia de un respirador. Su hijo Ludvik lo acompañaba. "Dale a tu primo Jorge el abrigo negro largo que está en mi casa", fueron sus últimas palabras, su despedida. 

Hombre serio, culto, de difícil expresión de emociones, no dijo nada más. Su hijo, con lágrimas en los ojos platicó con Jorge sobre las posibilidades que eran nulas en ese momento. Jorge había hablado con los hermanos de Javier, sobre todo con el otro tío hombre: Raúl. No hay nada que hacer hijo. Gracias por preocuparte por tu tío, por nosotros pero sólo es cuestión de dejarlo ir. 

Un día, Jorge fue a ver a su tío. Este se encontraba en un estado parcial de sedación, con los ojos cerrados pero tratando de despertar. Una escena aterradora. 

Jorge exigió, pidió al personal totalmente indiferente del hospital, que hicieran algo. No pasó nada. 

Después Jorge regresó y su tío estaba en sueño profundo. Jorge sufrió mucho. Mientras viajaba, esperaba en cualquier momento la trágica noticia. Así fue casi un mes hasta que partió. 

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Estaba en un estado extraño de ensueño, de ir y venir entre sueño y realidad. Ya no sabía qué era sueño y qué verdad. Estuve navegando entre recuerdos, sin distinguir cuánto tiempo estuve ahí. Veía en instantes a mi familia, los escuchaba, sólo el tiempo transcurría, como si fueran años, como si fuera toda una eternidad. Pero no era así, era solo una etapa. 

Me di cuenta de todas las imágenes que transcurrieron en mis sentidos: sonidos, olores, imágenes distorsionadas de mis ojos abiertos, entrecerrados, llorosos. 

Me di cuenta de todas las imágenes que transcurrieron dentro de mi ser: recuerdos, fantasía, sueños. Era difícil saber qué era cierto y qué no. A duras penas pude conservar la consciencia de dónde estaba y qué pasaba. Mi corazón se aceleraba, viví miedo, muy intenso. Luché por mi vida, con todas mis fuerzas. Por despertar, pero no pude. Mi camino ya estaba trazado pero la fuerza de la vida empuja contra todo razonamiento.

El miedo a la muerte es algo que solo se puede expresar cuando se está frente a ella. Todo lo demás es bullshit. Palabrería, parloteo.

Sólo frente a ella tomas consciencia de que dejarás de ser quien eres. Que dejarás tu casa, tu familia, tu entorno, tu historia, sobre todo, dejarás de ser tú. O entras en un plano donde llegarás a un lugar donde dejarás totalmente de ser tú o dejarás de existir que se podría decir que es lo mismo. 

Lo constante durante todo este trayecto onírico-mortal, fue mi consciencia. En todo momento pude ver que yo era el capitán de mi barco y todo lo demás, eran olas. Podrán destruir y machacar mi cuerpo; mis pensamientos y mis estados interiores pueden ser el infierno mismo, pero mi consciencia es quien dirige el timón de mi ser. Mi consciencia es inmortal e infinita. Silenciosa e incondicional. Es amor. Es una mirada amorosa, es una caricia, es una sonrisa, es una palabra inesperada, es el silencio, es la respiración lenta y profunda. Es la exhalación que te empuja al sueño al dormir o la exhalación última que me lleva al sueño del que no despierto.

Dándome cuenta de eso, fui libre. Como dice el sabio J. Krishnamurti: "No me importa lo que pueda suceder", así fue para mí. Llegó un momento en que me abandoné, dejé todo lo que llevaba encima y sólo observaba, dejé de pensar. Dejé de pensar por que quien pensaba no era yo, era mi historia, mis yo's. A veces escuchaba mi voz decir algo, pero también la escuchaba. Dejé de identificarme con todo lo que pasaba.Hubo ocasiones que mi mente no paró, que los ruidos internos no cesaban. Los observaba. Me había vuelto una semilla de alpiste rodeado de tornados y truenos. Una semilla que permanecía, quieta e indestructible, como si estuviera omnipresente, como un holograma en esa tormenta. Era mi consciencia, que sabía que todo lo que pasaba era pasajero, como todo lo que fue, como todo lo que será. 

Algo me decía que lo que pasaba era bueno, me di cuenta que era una voz dentro de mí. También la escuché pero no seguí su conversación. Permanecí sin engancharme, ya me había devastado durante mucho tiempo. 

En vida también viví momentos de infierno. Mi efímero alcoholismo que derivó en un aislamiento y relativa paranoia fruto de mi mente, sólo me llevó a niveles más profundos del infierno y el horror. No me pude dar cuenta del ensueño. Hoy sí, chance me sirvió o no,  me di cuenta que todo lo que sucedía afuera, era un reflejo de mi mundo interior. Me di cuenta de cierta magia, algo un poco esotérico que me decía que así como es adentro es afuera. Que el universo es mental, entendiendo esto como que todo es una creación de la mente y que ese filtro, proyecta lo que se ve, según se quiera ver. Pero más allá de querer ver, es observar lo que se ve. Suena difícil pero es un estado básico y lleno de luz. 

Desconozco qué pasará, si sólamente mi voz se silenciará y dejará de haber un observador o si mi consciencia verá un estímulo como la luz. Hágase la luz. Dios creandome y yo naciendo, en una persona, un animal, un arbol, una montaña, una luna. No sé. Llegando al juicio, cuales fueron mis pecados. Este es el que menos me conviene, pero así mi condena sea el infierno, me creo listo para transitar y observar sin que mi espíritu se queme.


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