miércoles, 21 de julio de 2010

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Con respecto a los impulsos agresivos, Nietzsche afirma que lo más sano es descargarlos hacia afuera. La agresividad interiorizada siempre resulta dañina para el individuo, su consecuencia es debilitadora. En cambio, la exteriorización de los impulsos produce una expansión vital. Sin embrago, como ya dijimos, cuando el hombre débil exterioriza su hostilidad, lo hace bajo la forma de resentimiento: es una agresividad llena de rencor y venganza, no es una agresividad sana, creativa y expansiva como la del hombre fuerte.

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