Vivimos víctimas de lo aleatorio, ya sea de la vida, de la mente o del mundo, realmente la etiqueta es irrelevante. No es algo que se pueda generalizar, pero sí es un mal que nos domina a casi todos.
Un girasol tiene más enfoque que el ser humano promedio. El girasol no quita su atención en ningún momento del sol. Sin embargo, el ser humano está expuesto a cualquier tipo de distracción que lo extrae del momento presente.
Podríamos decir que es el ocio lo que lleva al hombre a no poder mantenerse en el enfocado en el ahora y por lo tanto, lo aleja de su verdadera misión.
Hay, sin embargo, y como todo, el otro lado de la moneda. Es posible que ésta aleatoriedad de la existencia presente en el ocio, lleve al hombre a una peculiar toma de conciencia. Sólo en estos nichos se da la oportunidad que nazcan preguntas como: ¿Por qué las cosas son como son?, hasta el profundo y metafórico ¿quién soy?
En las ocurrencias de Kenko Yoshida, se puede tomar conciencia de esto. Desde la reflexión sobre las intenciones; una acción buena en un mal día siempre trae una buena acción, una mala acción en un buen día, trae siempre una mala acción. No hay suerte, hay un efecto de acción y reacción independiente de las condiciones.
El ejemplo de las saetas, donde el estudiante descuidado de tiro al arco dispara dos flechas al mismo tiempo; desperdicia una flecha dejándola a la suerte y subestima la oportunidad de ser efectivo en la otra. De la misma forma en la manera de vivir la vida, dejando todo para el mañana, abandonando el ahora para actividades sin propósito.
Todas estas reflexiones son resultado del tiempo libre, de un ocio, extravío de nosotros mismos. De cuestionar lo inerte y repetitivo, de diseccionar los hábitos, atender detalles aburridos dignos de alguien que no tiene qué hacer, pero son detalles que rigen silentes un código humano o de vida.
Podemos cuestionar que, sin el ocio, ¿existiría la filosofía? Y, ¿si el filósofo no tiene ocio?, ¿se pierde algo? Posiblemente deje de existir una hermosa pintura o una escultura que conmueva el corazón del espectador.