viernes, 17 de noviembre de 2017

El punto de no retorno

Javier apretó el botón del spray de su loción. Se pasó las manos por las mejillas y posteriormente frotó sus manos.Aspiró profundamente para evaluar la presencia de la fragancia con tonos cítricos con madera. Exhaló satisfecho.

Revisó meticulósamente su camisa. Quitó con delicadesa las pelusas que habían y alisaba los pliegues. Se observaba con mirada seria en el espejo, su boca, un poco tensa, labios ligeramente fruncidos, se contemplaba desde distintos ángulos en el espejo de la casa de su padre.

Dió una última pasada a sus zapatos con una franela blanca. Contempló por un par de segundos su silueta en sus zapatos. Estaba listo.

Tomó el camión ruta Santa María - Las Palmas, mejor conocido como Remedios para ir a ver a su novia Gabriela a quien los hermanos de Javier apodaban como "La Chata", una chica de buena familia, hermosa y con la cual Javier tenía la seria intención de casarse.

Bajó y en la esquina de la casa de Gabriela, mientras tomaba la sombra bajo un árbol enorme, revisó nuevamente su ropa. Sacó su pañuelo y se limpió la cara y la naríz.Se dirigió a la casa de la Chata.

Tocó el timbre de la enorme casa la cual contaba con una puerta blanca de madera. Se oyó al interior las campanas en doble tono.

Un par de segundos después, la puerta se abrió. Javier con las manos tomadas al frente, se quedó desconcertado ante la imagen que tenía enfrente. Una mujer en bata con la cara lavada y con una ligera mascarilla le sonrió y le saludó con un "hola mi amor!". Javier estaba impactado. No podía creer que esa mujer fuera la Chata. Ella, que era exquisita en su arreglo, sus ojos hermosos con sus largas pestañas, su mirada encantadora y divertida se había transformado en una simple cara, unos ojales con unos ojos que sonreían pero no tenían nada de sensualidad, unos tubos en la cabeza de aquella mujer hacían la imágen más grotesca. Qué frustración ante la expectativa incumplida!. Acaso he vivido en una fantasía todo este tiempo?, se preguntaba Javier. No podía creer que esa mujer era la Gabriela, la mujer con la que estaba comprometido a casarse. 

 ¿Qué te pasa Javier?, ¿porqué pones esa cara?

Javier supo que las cosas no volverían a ser igual. La imagen de esa mujer había sepultado la hermosa y fascinante belleza de su futura esposa. 

Sin dudar un momento, Javier se dio la vuelta a la voz de: me tengo que retirar.

Gabriela se quedó desconcertada en el quicio de la puerta viendo como Javier se iba a pesar de que Gabriela le llamaba por su nombre varias veces.

 Javier pidió a Gabriela que se reunieran en la noche y que por favor, invitara a sus padres. Sería en casa de Gabriela.

Bienvenido Javier. Pase usted. El papá de Gabriela era un famoso médico, quería a Javier para su hija. La madre de Gabriela saludó a Javier con cariño y efusividad. 
Javier, súmamente serio, con un abrigo largo negro, camisa blanca con un moño amarillo delgado y sutil, tomó asiento.
Qué gusto que podamos cenar todos juntos hoy, dijo el padre de Gabriela.  
Gabriela veía extrañada a Javier quien no le dirigía la mirada. Este sólo se limitaba a ver al frente.
La madre de Gabriela y ella, se levantaron para ir por los alimentos y servir a lo que Javier dijo: Un momento, por favor tomen asiento. Todos se observaron entre sí confundidos por la extraña reacción fuera del protocolo tradicional.
Javier se levantó de la mesa y parado en su lugar, con los dedos de las manos sostenidos en la superficie de la mesa, dijo: Señora, Señor, necesito externar algo muy importante. Sin dar más tiempo soltó directamente lo que todos percibían pero nadie entendía. El compromiso entre Gabriela se termina el día de hoy, agradezco sus atenciones. Son ustedes unas finísimas personas, nada les reclamo, al contrario, les agradezco. Me recibieron como si ésta fuera mi casa. Se hizo un silencio siniestro el cual fue acompañado por un frío escalofriante.

Gabriela se quedó con la boca abierta sin respirar. Los ojos se les llenaron de lágrimas de inmediato. Un profundo dolor se percibía en su cara.
Pero qué dices?, no estás hablando en serio verdad?, preguntó Gabriela.
Javier guardó silencio viendo al frente, sumamente serio sin expresar ninguna emoción.
Javier pero qué dices muchacho, te sientes bien?. Tuvieron algún pleito acaso?. Hombre, no es sano tomar decisiones tan abruptas...., por favor, sientate y si gustan nos retiramos para que platiquen.
Señor, me tengo que retirar. Nuevamente agradezco sus atenciones.
Javier, dime qué pasa?, qué pasó?, porqué terminas nuestro compromiso?, nos vamos a casar!!!
Nuevamente, agradezco sus atenciones pero me tengo que retirar.
Las lágrimas emanaban del rostro de Gabriela pero aún no era capaz de soltar el llanto, su mente se resistía a lo que sucedía aunque el dolor llegaba al fondo de su alma.
Aún sorprendidos, se quedaron paralizados no sabían si por la frialdad y contundencia de Javier o por que no sabían si era un sueño o una broma o qué diablos lo que sucedía. 

Javier, aún con su saco puesto, salió de la puerta sólo diciendo, buenas noches. Cerró la puerta ante una sala comedor enorme sumergida en silencio. Salió y caminó, a paso firme hacia la parada del camión. Sin contar con un espejo para verse, se sacudió las solapas del saco y alisó su pantalón. Frotó sus manos limpias y olió la fragancia citrica afrutada que se había rociado apenas una hora antes.

Así fue Javier. Me dejaste abandonada. No me diste ninguna explicación, no me permitiste que nos vieramos, jamás me dijiste por qué.
Gabriela ya era abuela, se había casado con otro hombre que ya había fallecido. Era feliz pero nunca amó a su esposo como a Javier.
Porqué?, porqué rompiste el compromiso?, por que no me dijiste nunca nada?. Aún me duele, a pesar de que ahora nos vemos y te tengo un profundo cariño, creo que jamás te podré perdonar eso.

Javier, separado de su mujer, pensionado, observó a Gabriela con una sonrisa nerviosa. En momentos evitaba su mirada. 

Me dirás algun día por qué?

Javier sonreía, nervioso evitaba su mirada. Guardó silencio.

Esa fue la última vez que hablaron ya que a la semana Gabriela falleció de un paro cardiaco.

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